Nota del editor: The Voice ha tenido un historial muy mixto con nuestros respaldos políticos. Entre otros que nunca se convirtieron en presidente de los Estados Unidos están Walter Mondale, Michael Dukakis y Al Gore, a quienes los disidentes editoriales en 2000 respaldaron en oposición a la elección de los principales editores de Ralph Nader, enumerando sus razones en una barra lateral titulada Inseguro en cualquier tema. En 1976, un asiento VV demostró ser fundamental (o no) cuando Jimmy Carter venció al titular, Gerald Ford (el país solo nombró presidente, después de haber asumido el cargo después de que el vicepresidente Spiro Agnew renunció en medio de un escándalo de soborno en 1973, seguido de la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974, después de las revelaciones de Watergate). p>
El respaldo de The Voice resumió previsivamente el mayor atributo del futuro POTUS: Carter podría en realidad ser una persona que tiene una sensación intuitiva sobre las víctimas de la vida y las víctimas. Al escuchar la noticia de ayer de la muerte de Carter, justo después de la marca del siglo, observamos la ocasión reimprimiendo ese respaldo, que fue publicado en el número del periódico del 1 de noviembre de 1976. p>
Esta elección presidencial nos ofrece una elección entre una posibilidad arriesgada y peculiar y una certeza horrible y congelada. Preferimos las posibilidades de Jimmy Carter. p>
Conocemos a Gerald Ford. Él perdonó a Nixon. Durante meses negó asistencia financiera a la ciudad de Nueva York y finalmente nos dio un préstamo al doble de la tasa de interés que el gobierno de Estados Unidos está cobrando a la dictadura de Zaire. p>
Conocemos a Ford. Le da poder a Kissinger. Cree que el presupuesto del Pentágono debe ser más grande, no más pequeño. Es indiferente a la pérdida de derechos humanos en Chile. Ha vetado 66 proyectos de ley, la mayoría de ellos remedios incrementales que crean empleos, ayudan a las ciudades y proporcionan fondos para guarderías. Y ha elegido a Bob Dole, una sucia reencarnación de Nixon, para ser su compañero de carrera. p>
Jimmy Carter es un político defectuoso. Un día promete una reforma fiscal, y al día siguiente insinua a banqueros y empresarios que realmente lo quería decir. Durante el segundo debate, su retórica de política exterior fue jingoísta y mesiánica.
Pero vemos destellos de potencial, de posibilidad, en Carter. Vemos una oportunidad de ayuda para la ciudad de Nueva York. Vemos una oportunidad de una reconciliación curativa entre negros y blancos. Vemos una oportunidad para controlar la propagación de armas nucleares. Vemos una oportunidad de crear empleos para ocho millones de desempleados, y una oportunidad de promulgar un seguro nacional de salud. Vemos una posibilidad de que Jimmy Carter pueda en realidad ser una persona que tiene una intuición sobre las víctimas de la vida y las víctimas. p>
Estos argumentos son problemáticos, pero no los hacemos de ninguna lealtad ciega al sistema de dos partidos. Elegir a Carter es preferible al cinismo de aquellos liberales que no planean votar, o de lo contrario están tentados a tirar su voto al despiadado Gene McCarthy. Pero tales personas deben recordar que Richard Nixon fue elegido presidente con una pluralidad de menos del uno por ciento en 1968.
